Ariel Núñez, exempleado con 22 años en la empresa, relató en Mediodías Taficeños (Dale FM 104.7) el impacto de los despidos y la incertidumbre de los trabajadores.
Despidos en Panpack: la lucha de 25 familias por su indemnización
La situación que atraviesan los trabajadores despedidos de Panpack refleja una de las caras más duras de la crisis laboral que golpea a muchas familias tucumanas. El pasado 28 de mayo, veinticinco empleados quedaron afuera de la empresa sin previo aviso, tras rechazar un ofrecimiento que consideraban insuficiente para la trayectoria y los años de servicio que habían dedicado a la fábrica. En diálogo con David Correa para Mediodías Taficeños (Dale FM 104.7), Ariel Núñez, vecino de la Villa Obrera y exempleado con 22 años de antigüedad, relató con detalle cómo fue el proceso del despido, la sensación de abandono y la lucha legal que iniciaron junto a un grupo de compañeros para reclamar lo que les corresponde.
Núñez comenzó su recorrido en Panpack como operario y con el tiempo logró ascender hasta convertirse en oficial de mantenimiento eléctrico, un cargo que lo llevó a capacitarse y especializarse en distintas áreas de la producción. Su historia no es excepcional dentro de la planta: la mayoría de los despedidos construyó una carrera de décadas, ocupando funciones claves en el funcionamiento de la empresa. Sin embargo, todo se truncó cuando, un día antes del despido formal, los llamaron a una reunión en la que se les ofreció cobrar el cincuenta por ciento de la indemnización correspondiente, en siete cuotas. Solo un trabajador aceptó aquella propuesta, ya que contaba con otra posibilidad laboral, mientras que la gran mayoría decidió rechazarla por considerarla desventajosa e injusta.
La consecuencia fue inmediata. Según narró Núñez, al día siguiente del rechazo, varios empleados fueron impedidos de ingresar a sus puestos. “Había una lista en la entrada y a los que estábamos en ella no nos dejaban entrar”, recordó. Poco después, los telegramas de despido comenzaron a llegar a los domicilios, confirmando lo que ya habían anticipado los porteros en la puerta de la fábrica. Lo más llamativo, según el testimonio del trabajador, es que, en paralelo a la desvinculación de 25 personas con entre 20 y 35 años de antigüedad, Panpack comenzó a contratar personal nuevo en condiciones de mayor precarización, pagando sueldos significativamente menores. “Nosotros estábamos especializados, mejor que nosotros no había, pero ellos prefirieron pagar cuatro veces menos a trabajadores contratados”, afirmó Núñez, dejando en claro que el argumento de la crisis económica y la falta de recursos no se condice con la decisión de reemplazar empleados con experiencia por mano de obra más barata.
La defensa legal de los despedidos quedó en manos del abogado Carlos González, quien representa a 15 de los trabajadores afectados. Tras enviar cartas documento que nunca fueron respondidas, la situación llegó a la Secretaría de Trabajo de la Provincia. Allí, los representantes de Panpack adujeron estar en convocatoria de acreedores y aseguraron no contar con fondos para afrontar las indemnizaciones, aunque, paradójicamente, al mismo tiempo admitieron que podrían abrir una instancia de negociación para revisar las condiciones de pago. “Literalmente nos están venciendo, nos desgastan, pero tenemos la esperanza de que en la reunión de la semana próxima se pueda abrir una salida, siempre y cuando sea razonable. Si nos proponen 12 cuotas de 10 mil pesos, no nos sirve”, señaló Núñez, quien insistió en que el objetivo de los trabajadores no es prolongar el conflicto sino alcanzar un acuerdo justo.
En lo personal, Ariel transita la dura realidad de tener que reinventarse tras más de dos décadas en la misma empresa. A sus 47 años, recurrió a su oficio como electricista para poder sostenerse. Se dedica a reparar artefactos eléctricos, lavarropas y secarropas, ofreciendo servicios a domicilio y adaptando sus presupuestos a la situación económica de cada cliente. “Siempre trato de cobrar la mitad de lo que realmente vale el trabajo, y a los jubilados directamente no les cobro”, expresó, destacando la importancia de seguir trabajando pese a las dificultades. Para quienes deseen contratar sus servicios, dejó su número de contacto: 381-214-5210.
El relato de Núñez no se limita a lo estrictamente laboral: también da cuenta de un profundo sentimiento de abandono. Según señaló, hasta el momento ningún dirigente político se acercó a los despedidos, a pesar de que se trata de un conflicto que involucra a 25 familias, lo que equivale a más de un centenar de personas afectadas. “Ningún representante del gobierno se comunicó con nosotros, y eso que estamos en plena época electoral”, remarcó con indignación. A la falta de apoyo institucional se suma el silencio del gremio, cuyo secretario general, Miguel Rizzo, no ha dado respuestas a los reclamos ni atendido los llamados de los trabajadores. Para Núñez y sus compañeros, esta ausencia se traduce en una doble desprotección: por un lado, la pérdida del empleo, y por otro, la falta de respaldo sindical y político.
Más allá del impacto económico inmediato, el testimonio de Ariel Núñez expone el costado humano de un problema que va más allá de la fábrica. Quienes dedicaron su vida laboral a Panpack hoy enfrentan la incertidumbre de tener que empezar de cero, con las dificultades que implica reinsertarse en un mercado laboral cada vez más estrecho, especialmente para aquellos que, como el compañero de mayor antigüedad, tienen más de 60 años. “Hay un muchacho de 61 años que quedó afuera, con 35 años de trabajo en la empresa. A esa edad ya no consigue nada”, lamentó.
La historia de Panpack y sus despedidos se convierte así en un espejo de los desafíos que atraviesan miles de trabajadores en la provincia: la fragilidad de los derechos laborales frente a la precarización, la indiferencia de los gremios en conflictos concretos y la necesidad de la solidaridad comunitaria como red de contención. En medio de la incertidumbre, Ariel Núñez, electricista y exempleado con más de dos décadas en la fábrica, confía en que la presión mediática y la persistencia legal permitan abrir una puerta a la justicia. Mientras tanto, su testimonio sirve de recordatorio de que detrás de cada telegrama de despido hay historias de vida, familias enteras y un entramado social que se ve golpeado cada vez que se pierde un puesto de trabajo.
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